jueves, 1 de marzo de 2007

Se vino el estallido

Campeón del Sur: el fútbol de San José explotó y Paso de los Toros se derrumbó

Por Diego Sebastián Maga
Estuvo a punto de quedarse sin nada y ahora lo quiere todo. San José experimentó un salto evolutivo justo a tiempo: pasó de tambalearse al borde de la eliminación a pisar el borde de la definición del Nacional. La selección cambió para cambiarse y cambiar su futuro. Anoche coparon el Estadio y –después de cuatro años- pudieron darse el gusto de pasar de lo peor a lo mejor: ganar el Sur.

El proceso presentó infinidad de vaivenes (muchos de ellos desconcertantes), subidas y bajadas; direcciones inciertas que exigieron operar de urgencia al equipo. Es decir, meter bisturí de pies a cabeza. Una operación que alteró ideas, nombres, actitudes y –por cierto- el juego. El fútbol de San José pasó de la agonía a la euforia producto de su decisión de cambiar para cambiarse y cambiar su futuro. Atrás quedó aquel equipo inexpresivo y frágil, sin vibración ni voluntad y siempre al filo del desastre. Una vez que el entrenador intervino quirúrgicamente la columna vertebral, el rendimiento experimentó un salto evolutivo... justo a tiempo. Sacó nombres cuyo nivel rozaba lo deficitario y se inclinó por otros –no tan históricos- que completaron esa transfusión de sangre nueva para que se consiguiera la circulación de pelota dinámica y precisa que antes nunca existió.
Las goleadas absorbidas ante Canelones y Colonia entregaron el ultimátum y así se lo entendió. De allí en más, Pino (una revelación), Lioret (y su experiencia), Díaz (un jugador largo aliento irremplazable) y Suárez (un filtrador de novela como enganche; que anoche no jugó por estar lesionado), reformularon el medio campo y lo dotaron de marca y creación. Siendo una primera línea de protección cada vez más eficiente y siendo una línea creativa cada vez más imaginativa. Es que, por sobre todas las cosas, los hombres que vinieron a configurar la nueva media cancha son “utilitarios”. Sus especialidades no son únicas sino que combinadas. Corren, asisten, marcan, desbordan y definen. Una diversidad de caracteres que al fin encendió la mecha en el núcleo del fútbol de San José para que Martínez y Verdino (de lo mejor de la final) aturdieran a la defensas enemigas en una verdadera explosión en cadena. Uno se convirtió en el complemento ideal del otro. Definiendo roles: pase de uno y gol del otro... Y así, al fin se vino el estallido. El que exigía la historia. Ante Paso de los Toros el dúo atacante (en los primeros partidos, únicamente solistas) se asoció perfectamente a los volantes y acalambró en solo 45 minutos. Martínez (siempre con asistencia de su socio) marcó el primero y el tercero mientras que González (de soberbia actuación defendiendo) con un cabezazo temible (con pase de Verdino, cuando no) decretó el segundo.
Pura acción al servicio de una goleada que se produjo casi sin resistencia. La inacción de los amarillos fue alarmante (¿no me explico como eliminaron a Colonia?). Con insuficiencias físicas y –especialmente- técnicas salieron al campo para no poder pasar la barrera de la mediocridad. Cometiendo torpezas y brutalidades tanto individuales como colectivas (un total vacío de recursos futbolísticos para revertir el curso de los hechos) que lo llevaron al límite del ridículo. Encima, la ancha les quedó inmensa, lo pa supieron cubrir y dejaron agujeros por todas partes. Para colmo de males, su jugador más inspirado, O`neill, fue apenas una caricatura del que dicen que es. En el complemento, el delantero erró un tiro penal por “cancherear” (se lo tapó un exuberante Emanuelle, si no es el mejor arquero del interior pega en el palo) y se perdió otro tanto en la boca del arco. En definitiva, ei el mejor de Paso de los Toros jugó así, imagínense como rindieron los peores. Tres a cero arriba, San José volvió de vestuarios para cumplir con un trámite reglamentario de llegar a los noventa, pero el partido dejó de serlo mucho antes. Casi nunca hubo equivalencias. San José fue demasiado y Paso de los Toros poca cosa. El fútbol blanco explotó (ante más de 3.000 personas) y la débil esperanza amarilla reventó en 2007 pedazos. Así de simple. Así de claro.