jueves, 25 de enero de 2007

Inexpresivo y frustrante

Por Diego Sebastián Maga
Irreversible: San José cayó por 3 a 1 con Canelones y no hizo otra cosa que decepcionar

San José atravesó por un primer tiempo desastroso en el que perdió todo lo que tenía para perder (terminó 0 a 2 y pudo ser goleado). Pese a una leve reacción en el segundo tiempo (se puso 1 a 2) jamás pudo salir de la línea de lo inexpresivo y el espejismo duró bien poco: Canelones lo barrió por 3 a 1 en una actuación frustrante que pone la alerta.

San José entregó infantilmente 45 minutos y cuando quiso reaccionar fue demasiado tarde. Canelones le pegó brutal paliza desde lo psicológico a lo físico. Consiguió el control intelectual y material del juego porque así se lo propuso. Una cuestión de actitud. Los canarios fueron avasallantes mientras San José no pudo evadirse de una imagen decepcionante e inofensiva. La acción canaria se llevó puesta a la inacción blanca y registrando tal superioridad en el marcador. Anotó dos goles en el primer tiempo (Somar y Martínez) y Pintos terminó evitando la goleada. Pese a que en el tiempo inicial la blanca salvó su pellejo del desastre, el exceso de fallas funcionales a superar hizo casi imposible una corrección total de ellas. En lo técnico, en lo táctico y aún en materia de voluntad, la selección fue arrasada. Con limitaciones y todo, Canelones empujó a San José a su campo preferido: la fricción, la interrupción y la contra veloz. La oncena canaria confundió a San José: lo enredó en su red de volantes y exprimió al máximo su incertidumbre. La blanca no tuvo vibración, no supo donde ir ni como ir. Perdió las coordenadas y algo peor: el buen gusto al manejar la “bocha”. No maximizó el uso de las bandas laterales y vivió cerrando sus incompletas jugadas con pelotazos frontales que Tinaglini se pudrió de despejar de cabeza. Luego la movilidad de Somar y Díaz en el medio pusieron bajo la suela la pelota y la explosión y el encare de Martínez y, sobre todo, Raúl Ferreira terminaron de taladrar a un San José que defensivamente –desbordado por las inseguridades- se cayó a pedazos (preferentemente por izquierda) y pegó como único recurso de corte. Pero todo fue un efecto en cadena. La horrorosa descarga de los volantes despilfarró pelotas a diestra y siniestra y eso expuso a la blanca a lo peor. Y, para colmo de males, fue absorbido por completo en ofensiva: Martínez y Rodríguez tomaron contacto con la pelota a espaldas del arco y a 30 metros de distancia. En consecuencia, se desgastaron sin desgastar a los defensores. La marca pegajosa se los comió crudos. Los consumió. Para la segunda mitad, cuando la oncena de Julio Rodríguez intentó reaccionar ya era demasiado tarde. Si bien, la entrada de Palesso le entregó más atrevimiento, dinámica y precisión en las asistencias, solo fue un espejismo que duró poco (descontó –por intermedio de González- a los empujones y enceguecido y poco más). Es que para alcanzar desviar a la blanca de su destino de derrota había que contagiar a los otros diez y eso no ocurrió. Y cuando hay fracasos individuales tan pronunciados no existen los triunfos colectivos. El daño producido en la mecánica de San José ya era irreversible. Sin retorno. Además, los “guantes” de Monserrat estuvieron perfectos. Por tanto, que sobre el final llegara el tercero con una jugada “maradoniana” de Raúl Ferreira, fue un acto de justicia pura que desnudó una versión decepcionante e inadmisible de San José. Especialmente porque si entramos en el juego de las comparaciones, comprobaremos que mientras la blanca entrenó por más de 30 días con una preparación repleta de amistosos, Canelones vino a juntar su plantel apenas diez días antes del debut y con un apronte lleno de improvisaciones. El campo, perfecto, tampoco es excusa. ¿Queda algún pretexto para justificar un rendimiento tan deficiente? Suponemos que no.