lunes, 19 de marzo de 2007

El viaje final

San José volvió a ganarle a Rocha, 2 a 1, y es finalista del Torneo Nacional

El juego en sí (en caso de que así se pueda calificar) no admite demasiadas lecturas. Sucede que la colección de fricciones, discusiones, brutalidades, indecisiones, actos fallidos, impotencias, golpes (a la rodilla, no a la pelota), insuficiencias y gritos dejaron al partido hecho un mamarracho.

Por Diego Sebastián Maga
Ahora bien, los contenidos del segundo cruce entre San José y Rocha tomaron ese perfil deforme, insuficiente e improductivo especialmente por voluntad de los celestes. Es que las urgencias pasaban directamente por Rocha y éstas terminaron consumiéndolo por completo. El equipo celeste confundió velocidad con apuro y deshizo todo plan más o menos coherente de ganar metros en el campo. En consecuencia, el entrevero vació de fútbol cada uno de sus movimientos que rara vez ocurrieron en horizontal.
Los rochenses nunca consiguieron una profundidad tal como para abrir la defensa blanca que esperó sin fisuras y absorbió los intentos livianos y fragmentarios de su oponente. Consecuencia: el primer tiempo no hizo otra cosa que aburrir. Un bodrio producto de dos equipos que no se pusieron en aprietos: uno (Rocha) porque literalmente no pudo ni supo como hacerlo y el otro (San José) porque no quiso y se dedicó a especular con la ventaja que trajo en sus valijas del encuentro de ida. Y en definitiva, esta distancia mayúscula condicionó de principio a fin las acciones de los dos. A la selección blanca le entregó una calma tal que le sirvió para no perder la calma aunque no le fue útil para ser ambicioso (en la primera mitad solo cabe rescatar un cabezazo de González). Más bien que lo contuvo en exceso y le quitó poder ofensivo. San José salió a sostener el partido en 50 metros y a jugar con el margen de error ajeno. En esta línea de necesidades, Rocha se vio enredado en extremo y en posesión del balón solo expresó torpezas pese a que, generalmente, no quedó desprotegido. Claro, cada vez que quería progresar en malón y con ojos cerrados dejó siempre la sensación de que cuando San José manipulara con exactitud la contra vendría el desastre defensivo.
Para el segundo tiempo, los códigos futbolísticos se volcaron por la destrucción más que por el armado. Lo que vino de allí en más fue una colección de fricciones, discusiones, brutalidades (la “punta y hacha” echó a patadas al “jogo bonito”), indecisiones (el árbitro hizo un uso exagerado de las amarillas y no sacó a la cancha una herramienta que suele ser de utilidad para frenar los excesos de violencia: la “tarjeta roja”), actos fallidos, impotencias, golpes (a la rodilla, no a la pelota), insuficiencias y gritos que dejaron al partido hecho un mamarracho. Sin embargo, una “avivada” de San José (con Rocha durmiendo la siesta) puso -en una jugada de pelota quieta- en carrera a Martínez para que despatarrara al arquero y marcara el 1 a 0 a los 59’. Un minuto más tarde, vino el golazo de Rocha en los pies de Pereyra (un disparo formidable que tomó con la guardia baja a Emanuelle). Y justamente en esos dos minutos, quizás pueda resumirse lo más soportable de la noche.
A 7’ de llegar a los 90’ llegó González que ahora sí no se quedó en amenazas y dejó las cosas 2 a 1 (5 a 1 en el global).
Lo de anoche se pareció más a un trámite en una oficina estatal de esos que uno hace solo por obligación... sin demasiadas ganas. Estás haciendo la cola y deseás que el tiempo pase rápido, llegar a ventanilla, que te atiendan, te pongan el sellito e irte porque no aguantás más. Así pasó. San José tiene el pasaporte sellado para su viaje final. Rumbo al destino más querido.
Ayer apenas dejó pasar los minutos mientras uno por uno los jugadores de Rocha se hundían en su incapacidad sin que nadie -como sabiamente lo advirtiera el filósofo maragato Pato Esteche- les gritara: “¡rescatate, loco!”